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El 2 de mayo o la carga de los mamelucos ( hoy hace 198 años)

El 2 de mayo o la carga de los mamelucos ( hoy hace 198 años)  
La Guerra de la Independencia (1808-1814) contra los ejércitos franceses de Napoleón Bonaparte fue una verdadera catástrofe para España. Una vez liberado Madrid, en febrero de 1814, Goya escribió a la Regencia manifestando “sus ardientes deseos de perpetuar por medio del pincel las más notables y heroicas acciones o escenas de nuestra gloriosa insurrección contra el tirano de Europa”. Al mes siguiente se le concedía una ayuda para la compra de materiales, además de 1.500 reales de vellón mensuales mientras durase la realización de los cuadros que compondrían la serie. Ese proyecto respondía a un ideario liberal, ya que Goya pretendía exaltar al pueblo español en armas defendiendo la Nación. Por ello se suspendió con la vuelta al trono de Fernando VII en mayo de 1814. Goya ya había pintado los dos grandes cuadros que representan el dos y tres de mayo de 1808 en Madrid.
En este cuadro Goya representó la reacción violenta del pueblo madrileño contra los miembros de la guardia mameluca, mercenarios egipcios al servicio de Napoleón desde sus campañas en Egipto, y contra los coraceros franceses del mariscal Murat. Sobre un fondo de arquitecturas sesgado, en primer plano se acumulan gran cantidad de combatientes y caballos, que describen violentos escorzos. Goya se propuso plasmar, más que el heroísmo, el dramatismo de los acontecimientos. Los madrileños, con armas blancas y chuzos se lanzan contra los jinetes mamelucos y franceses para derribarles de los caballos y asestarles golpes y puñaladas que acaben con sus vidas. Aún siendo un combate desigual, el ardor, la furia de los madrileños y las actitudes violentas son los protagonistas emocionales del cuadro.
El colorido es cálido y fogoso, la pincelada muy suelta y con manchas amplias, el movimiento en la composición se resuelve en pronunciada fuga de derecha a izquierda, y las actitudes y expresión de las figuras son muy dramáticas. Todo ello hace de este cuadro y de su compañero, Los fusilamientos de la Moncloa, dos obras esenciales de la pintura romántica, que estaba emprendiendo su andadura, y también un precedente de la pintura de Historia, que se academizará cuando tenga su momento de expansión en la segunda mitad del siglo XIX.

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